Cuando viajas a algunas ciudades Europeas, como es el caso de Berlín, descubres una nueva cultura, y no sólo me refiero a su historia, arte, lengua o gastronomía, sino a un estilo de vida diferente al nuestro.
Berlín da la sensación de ser una ciudad en construcción, una capital llena de contrastes que se reinventa continuamente. He ahí donde reside su encanto. Allí, lo antiguo o en desuso cobra un nuevo valor, porque rige una máxima: “si algo todavía sirve, déjalo como está, como mucho cámbialo y dale un segunda vida”. Que ves un banco en la calle para sentarte viejo y desgastado, pues se deja porque todavía cumple su función. Como mucho lo adornamos con algún graffiti o tejido, lo convertimos en arte y listos. Que hay una antigua fábrica abandonada, pues se improvisa un centro cultural, una exposición o un huerto urbano. Que mi camiseta tiene cinco agujeros, pues la customizo a mi gusto y tan ricamente. Y es que los berlineses, y los alemanes en general, son fieles a un estilo de vida sostenible. Tienen una cultura del reciclajey la reutilización que ya quisiéramos nosotros.
Así se palpa en los abundantes mercados de segunda mano que recorren la ciudad, como el del Mauerpark, el de Arkonaplatz o el de Boxhanger Platz (y seguiría…), donde puedes comprar y vender inimaginables utensilios, ropa, libros o muebles, con ese toque que ahora llamamos vintage, cuando nos referimos a segunda mano con encanto. Ahora bien, para mí, lo mejor de estos mercados es ver como en las afueras se aglutinan familias de toda clase social vendiendo la ropa del niño que ya no les sirve o sus juguetes. Incluso los enanos pululan por allí hablando con los posibles compradores, explicando alguna anécdota vivida con aquel monstruo de plástico. Vamos, los niños maman esta cultura desde bien pequeños. Y es que en nuestro país, a veces me da la sensación que nos preocupa más el “qué dirán” – “si revendo pensarán que soy pobre, si revendo pensarán que…” – en vez de preocuparnos por sacar provecho mutuo de los objetos (tanto el que revende como el que compra). ¿Y si nos olvidamos de lo que opinen los demás? ¿Y si incorporamos estas dinámicas a nuestro estilo de vida, instaurando así el consumo colaborativo y/o las donaciones?
Que nadie me mal interprete, no pretendo despreciar nuestra cultura y alabar la suya. Ni tampoco quiero desfavorecer el turismo local, ni mucho menos, pero si de algo sirven los viajes es para aprender y empaparte de otros estilos de vida diferentes. Berlín me sirve como excusa para decir que el reciclaje y la reutilización son actividades que deberíamos empezar a introducir en nuestras vidas para convertirlas en algo más sostenibles. El estilo de vida del futuro no se basa en el dinero y en el consumo, sino en la salud y en la sostenibilidad. He dicho.
elbosquedelana
2 julio
Completamente de acuerdo contigo. Un saludo
Ana Organicus
5 julio
Gracias!!! bsos!
Sara LoversCrafts
2 julio
Tens tota la raó del mon!!
Ana Organicus
5 julio
Gràcies maca!!
Sara Torregrosa
8 julio
Completamente de acuerdo. Hace un par de años visité la ciudad y volví con esa misma sensación y las ganas de ponerlo en práctica aquí. Quién sabe, quizás persona a persona, acabemos siendo un buen montón de gente 😉
Ana Organicus
9 julio
Nunca mejor dicho, a veces es sólo un grano de arena el que derrumba toda la montaña 😉
ptets