Huevo = comida. Correcto; pero podemos utilizar su envoltorio para más cosas. Y no me refiero sólo al cartón de las hueveras, que puede servir como semillero (ver aquí), si no que estoy hablando de la cáscara del huevo, que puede ser un estupendo aliado para el huerto.

Por un lado, podemos utilizar la cáscara de huevo como abono, dado que al ser rica en carbonato de calcio aportará un extra de este mineral a la tierra, potenciando así el crecimiento de hortalizas como tomates, calabacines, pimientos, lechugas, etc. Sólo hace falta esparcir un poco de cáscara sobre la tierra, remover y listo; pero tampoco abuséis, porque no conviene alcalinizar el suelo.

Por otro lado, la cáscara de huevo también puede servir para controlar algunas plagas: los trozos afilados de la cáscara pueden disuadir a inquilinos como caracoles y babosas si los esparcimos por el sustrato. Además, si las trituráis hasta reducirlas a polvo podéis también espolvorearlas sobre diferentes insectos y acabar con ellos, porque al parecer, el triturado funciona de forma similar a la diatomita, un mineral formado por fósiles de algas unicelulares microscópicas frecuentemente utilizado como pesticida natural. El polvo de la cáscara se quedaría adherido a los insectos y actuaría como vidrio afilado, cortándolos y deshidratándolos hasta provocar su muerte.

Por lo tanto, cada vez que utilicéis un huevo, lavad la cáscara con agua y dejadla secar sobre papel de cocina. Cuando ya no queden restos de humedad, dejadla en un tarro dentro de la nevera hasta que lo llenéis con más cáscaras. Entonces, trituradlas en trozos pequeños y esparcidlos sobre la tierra o pulverizadlas y tiradlas sobre los insectos. Yo he empezado a probarlo como abono, ya os contaré.